Antes de hacer algo, lo pienso. Tal vez sea uno de mis fallos, pero también es uno de mis aciertos. Gracias a ello no me arrepiento de lo que hago. Por supuesto, en muchas ocasiones he fallado, he metido la pata o me he sentido ridículo, eso no me lo quita nadie; pero, en general, puedo decir que no me lamento de ello.
En cambio, últimamente un hecho me reconcome la cabeza cada segundo. Un hecho que pesa y al que día a día tengo que plantar cara. Recuerdo que tuve que tomarme mi tiempo, pensarlo bien e intentar buscar lo mejor para, finalmente, arrepentirme un año después.
No tengo dudas, si pudiera viajar al pasado elegiría ese momento, esos escasos segundos, cogería un "no" y lo cambiaría por un "sí". El "sí" que, sin duda, me habría llevado a la felicidad.
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