Pongo la música a todo volumen. Akon suele ser un buen compañero, pero no hago ascos a cualquier canción que me transmita energía.
Bailo, me preparo y hablo conmigo mismo. Todo es válido para motivarse.
De camino hasta el metro, la música acompaña mis pisadas. En ocasiones, zancadas.
Dentro, me relajo en el vagón. Mi pierna absorve toda la energía y comienza su bailoteo nervioso.
Las puertas se abren. Un recuerdo de los amigos que me apoyan me hace sonreír.
El último tramo hasta su casa es de serenidad pura.
Estoy mentalizado.
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