Me gustan los blogs, ya que sin duda alguna me parecen un gran método de comunicación. Sí, bueno, es cierto que, a excepción de ciertos gurús de la red, la mayoría no tenemos ni un gran público ni miles de seguidores; pero en el fondo de este océano llamado Internet, nosotros dejamos nuestra pequeña huella. Quién sabe, con suerte por un link perdido por la red visiten nuestro blog y lean un par de líneas.
¿Que a veces es irritante? Por supuesto, pues pienso que la mejor recompensa del trabajo es que éste se valore; por eso, mientras escribo estas líneas, doy las gracias de antemano a los lectores que las estáis leyendo. Si habéis llegado hasta aquí, significa que mi trabajo ha servido para algo, independientemente de que penséis que es una mierda o no, puesto que ambas opciones son aceptables cien por cien.
Entonces, ¿por qué perder el tiempo escribiendo? Al fin y al cabo, solo pasarán por aquí algunos de nuestros amigos, posiblemente algún colega de Twitter, tal vez algún bloguero curioso y, como mucho, un par de internautas perdidos. ¿No sale más rentable leer a esos gurús de la red, dejar algún comentario simpático o grosero (cada cual a su gusto) y esperar sentados a que publiquen un nuevo post? Mi respuesta es, claramente, no.
Comencé a escribir este post como una pequeña crítica humorística hacia nosotros, los "blogueros humildes" (por llamarnos de alguna manera). Si lo pensáis fríamente, somos muchos los que tratamos en nuestro blogs temas como el tiempo, la vida o la muerte, creyéndonos fervientemente todo aquello que escribimos cuando, siendo realistas, no son más que tonterías o, como mucho, pequeñas pinceladas de una lejana realidad.
"Los blogueros creemos ser filósofos" era mi máxima antes de comenzar esta entrada, pero según he ido escribiendo me he dado cuenta de que quizás sea eso lo que nos enriquezca. Que cada cual escriba lo que quiera, que cada uno opine a su manera, que sea libre de exponer sus ideas. Hay que hacerse notar, pues ahora los filósofos escriben blogs.
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