Mañana comienzo la universidad. Algunos colegas llevan disfrutando de ella desde el día 5 (incluso hay algún loco que lo hace desde el primer día de septiembre) y lo único que han hecho ha sido meterme miedo.
Una parte me dice que es completamente diferente, que todo es muy serio, que en clase no hay risas y que los trabajos están a la orden del día. La otra parte comenta que es completamente diferente, que tampoco es tan serio, que en clases se echan unas risas y que las fiestas están a la orden del día. Y, claro, con esta información tan desequilibrada, ya me diréis a quién hago caso.
Por eso, haré lo que llevo haciendo toda mi vida: sacar mis propias conclusiones, que para algo me entreno dando vueltas imposibles a cosas banales y sin importancia.
El caso es que mañana, después intentar no accidentar el coche en las clases prácticas, iré a mi nueva universidad, a iniciar una nueva etapa. No iré solo ni de vacío porque, como alguna vez he dicho, todo esto proviene de un largo camino. Uno en el que en ocasiones saltabas entre piedras, mientras que en otras el viento te empujaba a casa paso. Un camino en el que, haciendo autopost, encontré a mis colegas, aprendí de la vida y disfruté de ella. Puede que ahora cada cual haya escogido una dirección diferente pero, en definitiva, todos seguiremos andando juntos, pues los caminos se entrecruzan y al final todos llevan a Roma.
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